A Providencia Paredes le cuesta encontrar en la oscuridad de la memoria los recuerdos de un pasado que la marcó para siempre. En 1948, cuando tenía 19 años llegó a Estados Unidos con la misma ilusión de tantos dominicanos que han hecho la travesía tras el sueño americano.
Pero su historia es singular. doña Providencia, oriunda de San Pedro de Macorís, es la primera latina que trabajó en la Casa Blanca, durante el gobierno de John F. Kennedy, el trigésimo quinto presidente de Estados Unidos y el segundo mandatario más joven de su país después de Theodore Roosevelt.
Su primer trabajo fue en la casa del embajador dominicano en EEUU, Francisco Thomén, donde cuidaba a la suegra del diplomático, y luego comenzó a trabajar para Kennedy y su esposa Jacqueline en 1957, cuando el joven John Fitzgerald era senador de Massachusetts, cargo que logró en el año 1952.
“Yo era la ‘housekeeper’ (ama de casa) de ellos, viajaba con ellos porque era la asistente de la señora. Todo lo que ella necesitaba yo se lo compraba, y viajaba con ella dondequiera”, expresa la dama con frases matizadas por ráfagas de lucidez.
Doña Providencia fue entrevistada por LISTÍN DIARIO cuando asistió a un acto en la residencia del embajador dominicano en Washington, Aníbal de Castro, donde fueron reconocidos criollos destacados de la diáspora, como parte de las actividades de la Semana Dominicana en Estados Unidos 2013, realizada del 13 al 17 mayo.
Allí estuvo acompañada de su hijo, Gustavo Paredes, quien la asiste en sus intentos por recordar los detalles de una época que también marcó a la sociedad estadounidense.
Un matrimonio singular
Kennedy fue asesinado de varios impactos de bala en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963, a las 12:30 de la tarde, mientras participaba en una actividad política en ese Estado.
Kennedy fue asesinado de varios impactos de bala en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963, a las 12:30 de la tarde, mientras participaba en una actividad política en ese Estado.
Elegido en 1960, el gobernante norteamericano ejerció un convulso mandato desde 1961 matizado por la invasión de Bahía de Cochinos, en Cuba; la crisis de los misiles con Rusia y que también tuvo como protagonista a esa nación caribeña; la construcción del Muro de Berlín, el inicio de la carrera espacial, con el primer viaje a la Luna; la consolidación del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos y los primeros eventos de la Guerra de Vietnam.
El matrimonio de los Kennedy tuvo también una vida social tan intensa como la política, pues eran muy jóvenes en comparación con anteriores parejas presidenciales.
Fueron muy populares, con influencia hasta en la moda, especialmente Jacqueline, convirtiéndose en tema para numerosas revistas populares. El musical “Camelot”, la famosa obra popular presentada en Broadway, formó parte de la vida de los Kennedy, y la comedia “First Family” (Primera Familia), inspirada en el matrimonio, vendió cerca de cuatro millones de copias.
Doña Providencia fue parte de esa agitada vida política y social, con excepción del último episodio en la vida de Kennedy, pues cuenta que no hizo el viaje a Dallas, Texas, y se encontraba en Washington cuando mataron al Presidente estadounidense.
NO VIAJÓ CON LA FAMILIA EL DÍA QUE MATARON A KENNEDY
La dama recuerda que estaba de compras en City Spring con una amiga llamada Gloria y luego entraron a comer a un restaurante, donde se enteró que habían asesinado al presidente Kennedy. En ese momento hunde la cabeza y parece que intenta otra vez garabatear recuerdos confusos, escruta el entorno y expresa con una voz fatigada y el semblante árido por la remembranza de un triste recuerdo: “Me quedé muda”. Doña Providencia dijo que fue a buscar a su hijo a la escuela, lo llevó a la casa e inmediatamente se trasladó a la Casa Blanca. “Todo el mundo estaba decaído y triste porque Kennedy era una buena persona”, precisó. Consultada sobre las cualidades de Kennedy, dice que le impresionaba su sencillez.
La dama recuerda que estaba de compras en City Spring con una amiga llamada Gloria y luego entraron a comer a un restaurante, donde se enteró que habían asesinado al presidente Kennedy. En ese momento hunde la cabeza y parece que intenta otra vez garabatear recuerdos confusos, escruta el entorno y expresa con una voz fatigada y el semblante árido por la remembranza de un triste recuerdo: “Me quedé muda”. Doña Providencia dijo que fue a buscar a su hijo a la escuela, lo llevó a la casa e inmediatamente se trasladó a la Casa Blanca. “Todo el mundo estaba decaído y triste porque Kennedy era una buena persona”, precisó. Consultada sobre las cualidades de Kennedy, dice que le impresionaba su sencillez.
“Antes de que llegara a la Casa Blanca yo me encargaba de su ropa, de llevarla al ‘dry clean’ (lavandería). A veces le seleccionaba tres corbatas para ver cuál iba a elegir, y por coincidencia teníamos casi el mismo gusto”, añadió. Una persona asignada a la Casa Blanca cuidaba a Gustavo y a Héctor, los hijos de Providencia, cuando ella tenía que viajar con los Kennedy. Doña Providencia asegura que también trabajó para Ted Kennedy y Robert Kennedy, ambos hermanos del presidente Kennedy, el primero senador por Massachusetts y el segundo uno de sus principales asesores. Después del asesinato de su esposo, Jacqueline Kennedy se llevó a Providencia con ella a Nueva York, donde estuvo un año al servicio de la primera dama norteamericana.
Para ver a sus hijos que estudiaban en Washington, tenía que desplazarse una vez al mes a la capital estadounidense. Precisa que Jacqueline le ayudó a buscar una escuela en la llamada “Gran Manzana” para sus vástagos. Pero como “la sangre pesa más que el agua”, doña Providencia visualizó un mejor futuro para sus hijos en Washington y en ese momento terminó su relación de trabajo con los Kennedy. Sin embargo, nunca perdió el contacto con Jacqueline, a quien siguió visitando con frecuencia, incluso dos semanas antes de su deceso el 19 de mayo de 1994, a causa de un linfoma, en su apartamento de la Quinta Avenida, en Nueva York.
En gratitud por sus servicios y amistad, Jackie, como también llamaban a la primera dama estadounidense, dejó a Providencia US$50,000 en su testamento. Durante la entrevista en la residencia del diplomático dominicano, un saludo se hizo constante de los asistentes a la actividad cuando notaban la presencia de la dulce dama: “Cómo está doña Provi”. A todos respondía y atendía con un entusiasmo desbordante. “Para qué quiere saber mi edad, eso es un secreto”, dijo sobre lo único que declinó revelar doña Providencia durante la conversación en la casa del embajador en Washington. Empero, su hijo Gustavo Paredes dijo que tiene 88 años.
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