lunes, 24 de diciembre de 2012

El anhelo de una Nochebuena

                                           
PARA PODER COMER TIENEN QUE ESPERAR VENDER UN PEDAZO DE METAL O PEDIR A LOS VECINOS


Sentados en sillas plásticas deterioradas por el tiempo,  el pequeño Luis y su madre Altagracia esperan la llegada de “Lilo”, el padre, con la noticia de que alguien les regaló algún alimento o que logró vender un pedazo de metal para poder comer.
Hoy, día de Nochebuena, no saben si se llevarán a la boca un pedazo de pan, una manzana o algún dulce de Navidad, ya que la miseria y la necesidad es lo único que conocen.
El sustento del hogar descansa en los hombros de Ventura Rivera (Lilo), de 60 años de edad, quien sale desde muy temprano de su pequeña casa construida por él mismo de madera y hojas de lata a la orilla de una cañada. No regresa hasta que logra vender en su carretilla los pedazos de hierro que recoge. “Ayer él tuvo que empeñar su celular para que pudiéramos comer, porque no vendió nada”, contó Altagracia Ortiz, su esposa.
Dijo que ella no puede ayudar a Lilo como le conocen en el barrio La Fe, Los Alcarrizos, en Santo Domingo Oeste, porque no tiene cédula y no le dan empleo.
La dama de 34 años dijo que se dedica a brillar calderos y con ello aporta aunque sea para darle de comer a Luis.  Su mirada es de poca esperanza.  Su pequeño, con una sonrisa inocente dice que espera a su padre, mientras juega entre el polvo, la basura y el hedor que produce la cañada.  
Extrema pobreza
El piso de la casa es la tierra, la estufa es un anafe y el jardín para el pequeño Luis jugar es la orilla de una cañada. La casita, hecha de pedazos de madera y hojas de lata no tiene ventanas ni baño y su techo de zinc roto provoca que cada vez que llueve se mojen las dos pequeñas camas que les regalaron. Para hacer sus necesidades fisiológicas tienen que usar el baño de los vecinos, y para vestirse buscar quién les done la ropa.
Tampoco tienen donde guardar algún alimento, porque no tienen nevera, tampoco lavadora. “Lo que ves aquí se lo han regalado a mi esposo, porque no tenemos de dónde comprar”, dijo Altagracia apenada.
Cada día es la misma rutina para esta familia. Lilo sale a vender pedazos de hierro y Altagracia y su hijo esperan sentados en las sillas rotas mirando a la calle para verlo llegar. La Navidad que para muchos es la época favorita del año, para esta familia es solo un mes más del año, donde tienen que luchar para sobrevivir.


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