Centenares de miles de venezolanos esperaron ayer pacientemente bajo un sol infernal en largas colas para ver por última vez al presidente, Hugo Chávez, en la capilla ardiente de la Academia Militar donde la ansiedad causó, en algunos momentos, carreras, burlas a la guardia y algunos desmayos.
Tener paciencia era hoy una condición sine qua non para poder despedir al mandatario.
Algunos, como John Jackson, un comerciante de 34 años, pasaron la noche en las inmediaciones de la academia, a la intemperie y sin poder pegar ojo mientras la cola avanzaba lentamente.
"Oye, tuve que luchar bastante, me empujaron, bueno, de todo, pero yo quería ver a mi presidente", decía a Efe Jackson, quien llegó con su esposa y, tras varios empujones, quedó separado de ella.
Finalmente, pudo ver a Chávez y feliz, pero agotado, decía satisfecho: "Es él, es él, como él era, alegre".
Hasta ahora, no se han difundido fotografías oficiales del presidente, pero según pudo constatar Efe se encuentra vestido de militar, con boina roja, con su banda y el collar presidenciales, y el rostro maquillado.
"Está bello, está lindo, igualito, como es él, más bello todavía", comentaron un grupo de enfermeras para quienes la larga espera de más de doce horas acabó mereciendo la pena.
De todas partes del país, habiendo hecho centenares de kilómetros por carretera o esperando varias horas, más de dos millones de personas, según el Gobierno, se acercaron para ver, por última vez, a su presidente en la Academia Militar.
"Mi último deseo es ver a mi presidente, tanto como lo vi vivo, quiero verlo después de muerto; y Chávez está vivo en nuestro corazón, todavía nosotros viéndolo, no confiamos en que esté muerto", decía Mayra Brito, de 36 años, que hizo unos 600 kilómetros en autobús desde el estado Bolívar (sureste) para ver a Chávez.
"Estamos aquí desde las 4.00 de la madrugada, pero rodilla en tierra. Si he de pasar otro día para ver al comandante o dos días más, los pasaré pues", decía Pedro Rodríguez, un estudiante de 25 años del estado Anzoátegui (norte).
Pero no todos esperaban pacientemente su turno. Algunos se colaban queriendo atajar la tediosa espera ante la indignación de los presentes, que reclamaban a la guardia su permisividad.
"Que se mueva la cola!", "¡Queremos ver a Chávez!", gritaban algunos ya desesperados.
Y es que, pese a que a primera hora de la mañana había ordenadas colas según la hora de llegada, el descontrol dominó en algunos momentos en este área militar de Caracas con carreras, gente que saltaba vallas burlándose de la guardia y algún desmayo por los aludes de gente.
"Aunque estaba ya cerca, me dio miedo y me salí. Estaban asfixiándome", comentaba acalorada Teresly, una vendedora de 50 años.
Igual que pasó ayer en el multitudinario cortejo fúnebre por el centro de la capital, también hoy en la Academia Militar hubo muchas lágrimas, dolor y sentimientos a flor de piel.
Los ojos de Tibisay Ortega, una chica discapacitada de 23 años, radiaban alegría después de haber visto a Chávez.
"Estaré eternamente agradecida al presidente", manifestaba al asegurar que gracias a él y a la Misión Ribas (de alfabetización) aprendió a leer y a escribir, pero lamentaba, eso sí, que la carta de despedida que le había escrito con esfuerzo no pudiera llegar esta vez a sus manos.
Mientras, en un banco del parque, Francisca Osorio, temía no tener fuerzas para poder llegar hasta el féretro de su "querido" presidente.
"Para mi es un Dios, un segundo Bolívar. Yo, a mis 80 años, no he visto otro igual", dijo.
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