Hace cinco años que a Clara Iranya Peguero se le diagnosticó una miocardiopatía dilatada idiopática, que acorta su vida con cada día que transcurre.Sensación de fatiga, tos, dificultad para dormir y acumulación de líquido en los pulmones, fueron las primeras señales de la enfermedad, que hoy en día le dificulta las tareas más elementales.
En una carpeta llena de estudios y exámenes de laboratorio, fruto del largo vía crucis por distintos centros de salud, públicos y privados, así como por varias dependencias gubernamentales, sus hermanas Karina y Yulisa, registran cada uno de los pasos recorridos en su afán de que Clara recobre la salud.
La joven de 35 años, madre de dos adolescentes de 15 y 17 años, tuvo que dejar su trabajo y sus estudios de psicología por las continuas recaídas que le provoca la cardiopatía, que la ha llevado varias veces a la unidad de cuidados intensivos durante varias semanas.
Actualmente mantiene sus funciones básicas de sobrevivencia con un tratamiento paliativo de más de 20 pastillas diarias, hasta tanto consiga la donación y trasplante de corazón.
Su cardiólogo, José García Ramírez, señala que el pronóstico de la joven, residente en el barrio 24 de Abril es malo, con tendencia al deterioro progresivo y cuya solución definitiva es un trasplante.
Sin embargo, Clara y sus hermanas deploran que no ha podido ingresar a la lista de espera, porque ninguno de los hospitales visitados le da acogida.
Puertas cerradas
Su hermana Karina narra que visitaron sin suerte las fundaciones Corazones Unidos, del doctor Baquero, Cecanot, la Plaza de la Salud, la clínica del doctor Cruz Jiminián y la Vicepresidencia de la República.
“Las dos veces que fuimos a la Plaza de la Salud no dimos con el encargado y la persona que nos atendió solamente apuntó el nombre de ella en un papelito y se lo echó en el bolsillo de la bata. Entendí que no se hicieron los procedimientos de lugar, de evaluarla. El doctor Jiminián nos atendió muy bien, pero nos dijo que no trata casos como el de ella”, dice decepcionada.
“Estamos deprimidos”
La enfermedad de Clara ha impactado a cada uno de los miembros de esta humilde familia, que clama la atención del Gobierno. “No sólo es la vida de ella, también casi se ha parado la vida de nosotras. En la casa todos nos deprimimos, sus hijos sufren mucho”, afirma Yulisa, quien en medio de lágrimas pide ayuda para su hermana.
En una carpeta llena de estudios y exámenes de laboratorio, fruto del largo vía crucis por distintos centros de salud, públicos y privados, así como por varias dependencias gubernamentales, sus hermanas Karina y Yulisa, registran cada uno de los pasos recorridos en su afán de que Clara recobre la salud.
La joven de 35 años, madre de dos adolescentes de 15 y 17 años, tuvo que dejar su trabajo y sus estudios de psicología por las continuas recaídas que le provoca la cardiopatía, que la ha llevado varias veces a la unidad de cuidados intensivos durante varias semanas.
Actualmente mantiene sus funciones básicas de sobrevivencia con un tratamiento paliativo de más de 20 pastillas diarias, hasta tanto consiga la donación y trasplante de corazón.
Su cardiólogo, José García Ramírez, señala que el pronóstico de la joven, residente en el barrio 24 de Abril es malo, con tendencia al deterioro progresivo y cuya solución definitiva es un trasplante.
Sin embargo, Clara y sus hermanas deploran que no ha podido ingresar a la lista de espera, porque ninguno de los hospitales visitados le da acogida.
Puertas cerradas
Su hermana Karina narra que visitaron sin suerte las fundaciones Corazones Unidos, del doctor Baquero, Cecanot, la Plaza de la Salud, la clínica del doctor Cruz Jiminián y la Vicepresidencia de la República.
“Las dos veces que fuimos a la Plaza de la Salud no dimos con el encargado y la persona que nos atendió solamente apuntó el nombre de ella en un papelito y se lo echó en el bolsillo de la bata. Entendí que no se hicieron los procedimientos de lugar, de evaluarla. El doctor Jiminián nos atendió muy bien, pero nos dijo que no trata casos como el de ella”, dice decepcionada.
“Estamos deprimidos”
La enfermedad de Clara ha impactado a cada uno de los miembros de esta humilde familia, que clama la atención del Gobierno. “No sólo es la vida de ella, también casi se ha parado la vida de nosotras. En la casa todos nos deprimimos, sus hijos sufren mucho”, afirma Yulisa, quien en medio de lágrimas pide ayuda para su hermana.
“Quiero sanarme para encaminar a mis hijos”
Con lágrimas que por momentos ahogan su voz, Clara afirma que quiere vivir para seguir encaminando a sus hijos por el buen camino. Su hermana Yulisa aprovecha para pedir a los políticos que los fondos que utilizan para promoverse los inviertan en salvar vidas productivas como la de Clara.
Si alguna persona o institución desea colaborar con la joven, favor comunicarse a los números 829-889-9083 y 809-907-7175.
Si alguna persona o institución desea colaborar con la joven, favor comunicarse a los números 829-889-9083 y 809-907-7175.
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