martes, 17 de diciembre de 2013

Solidaridad como regalo de Navidad

                        
LISTÍN DIARIO se mantiene cambiando la página. En esta oportunidad ha decidido reconstruir la cocina del Hogar Familia Bethesda.

Sandra no puede disimular su emoción cuando se le habla de la Navidad. Sus ojos se llenan de lágrimas y su rostro se niega a ocultar la evidente nostalgia que la temporada misma despierta en algunas personas. Es una época que quisiera disfrutar a plenitud, pero las precariedades en que vive no le han permitido nunca saborear el dulce sabor de las Pascuas.
Tiene ocho años, y como a sus 39 compañeras y compañeros del Hogar Familia Bethesda, la vida le ha jugado una mala pasada: Tener que vivir lejos del entorno familiar. Las razones sobran. Unas están allí por horfandad, otras porque fueron abandonadas, hay las que tristemente fueron violadas por sus propios padres, y no faltan las que han llegado a este hogar por haber sido utilizadas como “mulas” para el traslado de un lado a otro de sustancias controladas.  
Sandra, Noelia, Nikaury, Beatriz, Angélica... son algunos de los nombres de las infantes que se arropan con la calidez del Bethesda, que como bien explica María Noecí, encargada del centro, quiere decir “pozo de misericordia”. Este significado lo llevan a cabo en toda la expresión de la palabra. Las siete personas que tienen bajo su responsabilidad el buen estado de las niñas “hacen de tripas corazón” para al menos alivianar sus penas.   
Sin embargo, el amor que les dispensan en el centro ha logrado que estas niñas, al menos, alberguen la esperanza de que algún día las cosas cambiarán. Y sí que han sido optimistas. Hoy, al enterarse de la noticia de que LISTÍN DIARIO se hará cargo de la reconstrucción de la cocina del hogar donde viven, no dudaron en mostrar su alegría.
“Es una de las áreas donde más tiempo pasamos”, expresó Noelia, mientras se encogía de hombros en señal de que la timidez domina su ser. La buena noticia ha causado revuelo entre las niñas y la dirección del albergue. No es para menos. Los escasos recursos que entran a ese hogar apenas alcanzan para comer. Remozar un área, por simple que sea, resulta muy cuesta arriba para ellas. 
Quienes trabajan para cuidar de las 32 niñas y ocho niños que residen en el hogar llevan 11 años cambiando la página a través de su labor altruista y voluntaria. LISTÍN DIARIO también lo ha hecho con esta y otras acciones que repercuten positivamente en el desarrollo del país. Hoy se ha unido a varias agencias publicitarias para cambiar vidas.
Como regalo para esta temporada, llevará el dulce sabor de las Pascuas al Bethesda para que las infantes lo saboreen en el mejor lugar que tiene el hogar: la cocina. 
Un poco de alegría como consuelo
Aunque el amor se desborda en el Hogar Familia Bethesda, cada uno de sus rincones huele a pobreza. Unas pocas sillas están dispuestas para acomodar a las 40 niñas a la hora de entrar los pies debajo de la mesa. Se las arreglan para comer por turno. El orden lo establecen según la magnitud del hambre, cuenta Noelia, en tono jocoso.
No hay que observar mucho para advertir la precariedad que domina el entorno. Cuatro habitaciones acogen los ocho camarotes en los que duermen las infantes. Las 4:00 de la mañana es la hora en que empiezan a levantarse. Podrían dormir un poco más, pero la escasez de baños las obliga a levantarse de madrugada para poder asearse y estar a tiempo en la escuela.
La jornada de estudio comienza a las 6:45 de la mañana, lo que implica que tienen que salir con mucha antelación del hogar porque el trayecto conlleva una caminata de alrededor de 20 minutos.
Eso sí, al menos la vigilancia está asegurada. Una de las samaritanas del hogar las acompaña al centro educativo hasta que terminan sus clases para garantizar su seguridad durante el trayecto por las calles. 
María Noecí, encargada del Hogar Familia Bethesda, no puede ocultar su espíritu altruista. Al hablar del drama que domina la vida de las niñas y de las necesidades que tienen en el centro, su rostro se transforma. Es como si dentro de esa mujer que aparenta ser tan fuerte, la debilidad fuera la protagonista.
Es asombroso ver cómo su alegría por saber que, al menos, las menores tienen un techo dónde vivir se cambia por una evidente tristeza cuando desglosa el rosario de precariedades que tiene la fundación para cubrir las necesidades más elementales de sus 40 residentes.  
Aun así, no desmaya en continuar su obra. Se esfuerza, busca, pide, solicita, llama, y sacrifica hasta la última gota de sudor por lograr que en la mesa de ese hogar no falte la comida. “Ellas comen mucho. Han pasado muchas necesidades, mucha hambre... y uno se da cuenta cuando las ve comer 
Se empeña en crearles en todo momento un espacio familiar a cada una de las menores. Tanto es así que aunque el hogar fue concebido para niñas, ya se han visto en la obligación de acoger algunos varones pequeñitos. La excepción la hacen para no separar a las infantes de sus hermanitos, sobre todo cuando el motivo de su residencia allí es por orfandad.
La acción de bien social que realiza María en el lugar no es para llevarse el reconocimiento de los mortales. Es a Dios a quien rinde homenaje cada vez que predica con el mandamiento de “amar al prójimo como a ti mismo”.
Lo deja al descubierto en el trato que tiene con las niñas. “Toma, María, te llamaron por teléfono”, le dijo con franca confianza una de las 40 menores al tiempo de pasarle el celular a la encargada del centro. No hubo que hacer una atenta observación para notar que la camaradería habita también en aquel ambiente que, aunque pobre en lo material, es millonario en la misericordia del Topoderoso.
Mientras revisa el ojo de una de las niñas para extraer una basurita, María deja la impresión, al menos en mi memoria, de que tal vez les falta a esas niñas el amor de una madre biológica, pero no el afecto de una mujer que hace muy bien el papel de progenitora.

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