viernes, 11 de julio de 2014

Bala en tiroteo acabó con la vida de la pequeña María

                      
DISPARO FUE EN LA CABEZA Y LA NIÑA CAYÓ CON PEDAZO DE PAN EN LA BOCA

Por una brecha diminuta entre un grupo de hombres que jugaba dominó pasó la bala que cegó la vida de María Eduvirgen Comprés. Esta niña de apenas dos años murió la noche del miércoles en una balacera que se produjo durante un asalto en un negocio en el sector El Tripero, de Las Cañitas, al norte de la capital Santo Domingo.
La bala se le metió en la cabeza y la niña cayó con un pedazo de pan en la boca.
El padre, Carlos Ricardo Comprés de la Cruz, de 27 años, la había llevado al colmado para comprar el pan y los huevos del desayuno de la mañana. Se levantaba temprano para vender cubetas de plásticos y otros envases en las calles del barrio. “Pero mi niña, que se despertaba siempre sonriente y cariñosa, ya no me despedirá ni tampoco me esperará en la puerta cuando regrese por la tarde”, dijo el padre entre sollozos, mientras ofrecía declaraciones en el Palacio de la Policía Nacional.
La niña falleció mientras recibía atenciones médicas en el Hospital Moscoso Puello, adonde fue llevada moribunda por el padre y los vecinos.  
“Fue la banda de El Campe, de la calle Trinitarios, del Simón Bolívar, drogadictos y asaltantes, que siempre vienen a atracar y robar a la gente del barrio”, denunció Alejandro Comprés, abuelo paterno de la niña. Dijo que desafortunamente su nietecita, que era un amor para toda la familia, se encontraba en el colmado “Bendición de Dios”, al final de la calle El Amparo, donde la llevó su padre para comprar comida.
Como presuntos autores del hecho, la Policía persigue a siete sospechosos, algunos con los motes de “El Poli”, “El Campe”, “Deivi”, “Quequeto” y “Wamper”.
Eran casi las 9:00 de la noche. Afuera del colmado los vecinos jugaban dominó, y el padre y la hijita salían para regresar a su casa, cuando de repente aparecieron siete pandilleros del Simón Bolívar, montados en motocicletas, que luego de asaltar a varias personas y arrebarles dinero y teléfonos móviles, se alejaron disparando.
“Ella estaba esperando que el padre acabara de despedirse comiendo un pedazo de pan y en ese instante sonaron los disparos en la calle”, contó la madre, Enmanuelle de la Rosa, mientras señalaba con incredulidad el lugar de la cabeza por donde le entró la bala a su pequeña hija.
Un río de lágrimas, con frases y lamentos de confusión, corrían por las mejillas polvorientas de la mujer, mientras esperaba en un salita de Patología Forense que le entregaran el cuerpecito de su Eduvirgen.
El drama de Enmanuelle es igual al de Magaly Gil, quien hace apenas un mes sepultó a su hijo Ariel Jiménez, de 6 años, impactado por un disparo en una balacera entre bandas rivales, mientras el niño jugaba con su madre y su abuela, frente a su casa, en el barrio Cristo Rey de la capital. Pero también este año balas perdidas y balaceras entre pandillas han cegado la vida de niños en Barahona, Baní, Santiago, Puerto Plata y otros muchos lugares del Gran Santo Domingo.
En los últimos cuatro años, en el Hospital Moscoso Puello han sido atendidos 150 niños y menores de 17 años heridos con armas de fuego.

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